«Todavía recordamos la entrada a la sala de barricas, donde nos dimos el «sí quiero». Su ambiente cálido, hogareño y familiar, nos hizo sentir aún más especiales en el día de nuestra boda. Además de ser un lugar precioso, que no deja indiferente a nadie, tiene un tamaño perfecto para hacer de ese momento «vuestro» momento. Tras ello el patio, lleno de historia, de historia somontanesa. Viñas tras los cristales del comedor… Cualquier amante de su tierra se sentiría único casándose aquí, y los invitados quedan simplemente maravillados entre la tradición y la singularidad. Y todo ello, sin olvidar el matiz humano, tan agradable y generoso, de la familia Lalanne. Y… por supuesto… ¡el vino! ¡qué vino! Fue una boda PERFECTA. Gracias de nuevo».